El hombre nacido en Trinidad y Tobago fue vicepresidente de la FIFA. Renunció en 2011. Ahora, es uno de los principales señalados por la Justicia de Estados Unidos. Sobornos, valijas, extorsiones, conspiración, amenazas. Estuvo en todas.

La escena sucedió en Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago. Allí, en aquel 2001, se disputaba el Mundial Sub 17. Eran tiempos en los que el Jack Warner -hoy uno de los principales acusados en el escándalo de la FIFA- alcanzaba votos de la CONCACAF para Jospeh Blatter y desde Zurich le devolvían otro tipo de favores, como aquella designación para la más pequeña de las Copas del Mundo; o como tantas facilidades en sus recorridos por las Eliminatorias de mayores, como las que permitirieron la clasificación para Alemania 2006; o como los repetidos beneficios del ahora cuestionado Proyecto Goal (entendido a esta altura como una suerte de coima encubierta). Ya era un personaje relevante en la construcción de poder dentro de la sede en Suiza. No le molestaba ostentar en aquel contacto con la prensa en el hotel Hilton. Sus accesorios mucho se parecían a una jactancia: tenía cuatro anillos enormes en sus manos. No hacía falta ninguna prueba rigurosa para advertir que eran de oro y que eran muy caros. Igual que su cadena gruesa, que se le envolvía en el cuello como si se tratara de un trofeo.