Cómo se cuentan en cada etapa.

Muchos ciudadanos no eligen por ningún candidato y suele haber dudas sobre a dónde van esos votos. En un escenario tan polarizado como el actual, crece la importancia del lugar que ocupa para determinar los porcentajes finales.

 

Se considera voto en blanco cuando los sobres están vacíos o con papel de cualquier color, sin inscripciones ni imágenes. Según la Cámara Nacional Electoral, es “una herramienta con la que cuentan los electores para manifestar su disconformidad con todos los candidatos y con las propuestas formuladas por los partidos políticos”.

 

Suele haber varios mitos y confusiones en torno al rol que juega en las elecciones. El más común es creer que esos sufragios van “al ganador”, un error que se popularizó por la manera en que se computan.

 

Con un escenario tan polarizado como el de este año, y bajo la lógica que envuelve estas elecciones de que “cada voto cuenta”, el voto en blanco volvió a estar en el centro de la escena, más aún cuando todo parece indicar que los comicios podrían definirse en primera vuelta.

 

Para entender qué lugar ocupa el voto en blanco hay que distinguir entre dos categorías: votos válidos y votos afirmativos. El sobre vacío cuenta como válido pero no como afirmativo, ya que estos son aquellos en los que el elector coloca una boleta oficial de algún partido.

 

A fin de cuentas, los que determinan quién es electo presidente (y los otros cargos nacionales y provinciales) son los afirmativos. El Código Electoral Nacional así lo especifica en el artículo 149: “Resultará electa la fórmula que obtenga más del cuarenta y cinco por ciento (45%) de los votos afirmativos válidamente emitidos. En su defecto, aquella que hubiere obtenido el cuarenta por ciento (40%) por lo menos de los votos afirmativos válidamente emitidos y además existiere una diferencia mayor de diez puntos porcentuales respecto del total de los votos afirmativos válidamente emitidos, sobre la fórmula que le sigue en número de votos”.

 

En caso de que no se dieran ninguna de estas dos circunstancias, habrá un balotaje entre las dos fórmulas más votadas, siempre contando los votos afirmativos válidamente emitidos.

 

Entonces, ¿cuál es la incidencia de los votos en blanco? Principalmente, afectan al porcentaje final que obtiene cada fórmula el día de la elección. Y hay un dato clave, que es donde radica toda su importancia: en las PASO, estos votos son tenidos en cuenta para el cálculo, pero en las generales y en el balotaje, no.

 

Por ejemplo, en un universo de 30 votos, si 10 votaron por un candidato, 10 por otro y hubo 10 en blanco, en las PASO cada candidato habrá sacado el 33% de los sufragios. En cambio, en las generales, cada uno habrá obtenido el 50%, porque la base es sobre 20.

 

Extrapolado, con el nivel de polarización que existe entre Alberto Fernández y Mauricio Macri, si alguno consiguiera en las Primarias un 43% (en el Frente de Todos dicen estar cerca de este número), eso podría convertirse en un 45% si mantuviera el mismo caudal de votos, lo que le alcanzaría para evitar el balotaje. Aunque esto no es tan lineal. Puede suceder que disminuyan los votos en blanco, que haría cambiar la base total sobre la que se realiza el cálculo, lo que complicaría los deseos del kirchnerismo.

 

¿Por qué en las PASO los votos en blanco influyen para el recuento? Porque allí lo que se define es quiénes son oficializados como candidatos para la primera vuelta. Por eso, se suman todos los votos válidos para calcular quiénes alcanzan el 1,5% necesario para llegar a octubre.

 

En cambio, en las elecciones generales se elijen cargos y la Constitución Nacional (artículos 97 y 98) establece que para proclamar ganadora a una fórmula presidencial deben computarse únicamente los “votos afirmativos válidamente emitidos”. Lo mismo sucede para gobernadores, diputados, senadores, intendentes y el resto de los puestos en juego.

 

El antecedente de 2015 no alienta esta visión de la oposición. Ese año, en las PASO, Daniel Scioli obtuvo el 36,69% de los votos contando los blancos, que representaban el 38,67% sin ellos. Y Cambiemos (la suma de Macri, Sanz y Carrió) alcanzó el 28,57% sobre la base total, que fue un 30,11% teniendo en cuenta solo los afirmativos válidamente emitidos. En esa elección hubo 1.216.645 sobres vacíos en las urnas, un 5,12%.

 

Sin embargo, esto no se tradujo en octubre en un escenario favorable para Scioli -como espera que suceda Alberto Fernández– porque, si bien el ex gobernador sacó más votos, los sufragios en blanco bajaron considerablemente (664.740). Entonces, los más de 9 millones de votos que obtuvo el Frente para la Victoria representaron el 37,08% contra el 34,15% de Macri, que fue votado por 8.601.131 ciudadanos.

 

Finalmente, en el balotaje, donde el conteo es con la misma metodología que en la primera vuelta, los sobres vacíos volvieron a disminuir (306.471). En esta instancia, podría decirse que una mayor cantidad de votos en blancos “favorecen” a quien consigue más votos afirmativos, pero simplemente porque son los que, junto a los nulos, determinan cuál es el universo sobre el cual se calcula el porcentaje final. Esto no quiere decir que los que votaron en blanco lo hicieron, indirectamente, por Mauricio Macri.

 

Esto es porque en la segunda vuelta de 2015 hubo 25.935.243 electores pero la base sobre la cual se calcularon los porcentajes de Macri y Scioli fue de 25.297.924 (no se tuvieron en cuenta los blancos y los nulos, que fueron 330.848). Entonces, los 12.988.349 votos que consiguió Cambiemos, representaron el 51,34% del total y no 50,08%.