Con un gol de de Nelson Haedo Valdez, el conjunto paraguayo ganaba en Asunción, pero Nicolás De La Cruz cambió la historia.

El ganador del Superclásico jugará por el título más codiciado de América ante Flamengo o Gremio.

 

El último cruce de los cuartos de final de la Copa Libertadores se definió en el estadio General Pablo Rojas de Asunción con el duelo que protagonizaron River y Cerro Porteño. En un contexto enrarecido por la causa de Nicolás De La Cruz, la pirotecnia que intentó irrumpir el descanso del plantel argentino en la noche previa al partido y las violentas publicidades ideadas por uno de los principales patrocinadores del cuadro paraguayo; los protagonistas intentaron mantenerse ajenos a las polémicas y disputaron un choque cargado de vértigo y emociones.

 

Más de 45.000 personas presenciaron el espectáculo que se instaló en La Nueva Olla. La constante humareda, producto de los fuegos artificiales, justificó el apodo del escenario guaraní.

 

Con algunos inconvenientes relacionados al VAR, el cotejo comenzó con un claro dominio del Millonario. En los primeros movimientos una rápida salida de Borré exigió a Juan Pablo Carrizo para que el arquero tenga que abandonar su arco para evitar el prematuro gol que hubiera liquidado la serie.

 

Sin embargo, a los 8 minutos la sociedad conformada por Joaquín Larrivey y Nelson Haedo Valdez hizo estallar al público local. El centro del ex Vélez y el cabezazo del histórico goleador de la selección albirroja dejó estático a Franco Armani, quien sólo atinó a observar cómo la pelota se le metía al lado de su palo derecho. El suspenso se instaló de inmediato en la noche paraguaya.

 

La incertidumbre en La Banda era tan notoria que una clara mano dentro del área ejecutada por Robert Rojas debió ser sancionada con la pena máxima. Por lo tanto, la decisión del chileno Julio Bascuñán fue llamativa, dado que el árbitro ni siquiera atinó a revisar la acción a través de la tecnología. Una polémica que pudo cambiar la historia del juego. Además, cuando debió expulsar al delantero local por una dura patada a Exequiel Palacios, el colegiado sólo amonestó al agresor después de observar el planchazo en el monitor. Un escándalo.

 

En el complemento la advertencia que había hecho Rodolfo D´Onofrio en la semana se efectivizó cuando el volante improvisó un golazo que dejó sin posibilidades a Carrizo. “Hicieron enojar a un uruguayo, ahora se la van a tener que bancar”, había dicho el presidente de River. Y no se la bancaron. El enorme zapatazo que se colgó del ángulo enmudeció al efervescente estadio. Con la igualdad, la Banda recuperó confianza para desarticular a un rival que quedó de rodillas.

 

Con la clasificación asegurada, se confirmó el arribo de un nuevo Superclásico. Todavía con las susceptibilidades presentes por lo ocurrido en el Santiago Bernabéu de Madrid, Boca y River volverán a verse las caras en una fase decisiva del torneo más codiciado del continente. En octubre será tiempo de revancha.