El Gobierno atravesó un año difícil en el Parlamento, aunque lo terminó con saldo favorable y pagando costos políticos. El regreso de la ex presidente, la vigencia de Lilita y el rol preponderante del senador del Bloque Justicialista.

La oposición lo pidió y el presidente de la Cámara de Diputados lo prometió: sesiones ordinarias para el 2018 después de un año en el que todas fueron sesiones especiales. Entre el 1 de marzo y el 30 de noviembre, de las 14 sesiones no hubo una sola que fuera ordinaria y la razón fue estrictamente política. El Gobierno atravesó un año difícil en el Congreso, aunque lo terminó con saldo favorable y pagando costos políticos según las encuestas en un tema sensible para la sociedad como la Reforma Previsional. Si bien la oposición estuvo atomizada, las elecciones, los cambios de posicionamientos y las reformas estructurales obligaron al Gobierno a reacomodarse y a buscar en los gobernadores los votos que antes negociaba con el bloque del Frente Renovador de Sergio Massa (hasta el pasado 10 tuvo 37 diputados) y el incipiente Bloque Justicialista de Diego Bossio que aglutinaba a 17 legisladores.

 

Si bien Cambiemos se planteó el objetivo de mostrar un Congreso activo aún en tiempos electorales, no pudo avanzar con las cuestiones de fondo sino hasta conseguir fuerte respaldo político en octubre. “Este paquete sólo podía proponerse después de la legitimación electoral” admitió una alta fuente del Gobierno ante Infobae. En el debe, por falta de consenso, quedaron la Reforma Laboral, la reforma del Ministerio Público Fiscal y la Reforma Política. Y la oposición femenina logró colar, con la connivencia de la mayoría de los bloques opositores e incluso algunos aliados del Gobierno, la Ley de Paridad de Género, a partir de la cual las listas legislativas tendrán que tener 50% de varones y 50% de mujeres, intercalados de uno en uno. Ocurrió de madrugada, sorpresivamente para algunos, con la resistencia de Cambiemos y la resignación de un hábil Emilio Monzó que se rindió ante la evidencia de los hechos y habilitó el debate y la votación.

 

También el Congreso sancionó tres proyectos a demanda de la sociedad: la ley de Cannabis, gratuidad de tarifa energética para electrodependientes y la Ley de Bastón para no videntes. Aunque hubo ‘peros’: la ley que habilita el uso terapéutico del cannabis no fue reglamentada por el Presidente en su totalidad, no se habilitó el autocultivo por ejemplo y las organizaciones que festejaron su sanción lamentaron luego que no se respetara el “espíritu” de la norma consensuada.

 

Entre los personajes del año, en el Senado siguió siendo fundamental para el Gobierno el diálogo con Miguel Angel Pichetto, que terminó armando un bloque nuevo con apoyo de senadores que responden a los gobernadores y que se presentan como una oposición más permeable. La propia vicepresidenta Gabriela Michetti admitió que quien tiene la llave para esa construcción es Federico Pinedo, que sabe entenderse con el rionegrino. Hubo un traspié interno: la renuncia de Angel Rozas a la presidencia del Interbloque, en el marco de los reclamos de dirigentes de su partido, la UCR, por mayores espacios en la toma de decisiones, mientras también hubo cimbronazos por la conformación de las listas en distintos distritos como Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.

 

En Diputados, además de la habilidad de Monzó, se destacó el manejo de Elisa Carrió, siempre lista para romper o componer; la muñeca de Mario Negri y Nicolás Massot, que en los últimos dos años se impuso aunque sobre el final del 2017 quedó, por portación de apellido, en el eje de confrontación, incluso a su propio impulso, frente a varios de los diputados del Frente para la Victoria, nietos restituidos surgidos en las listas desde La Cámpora como Horacio Pietragalla y Juan Cabandié que le recuerdan los vínculos con la dictadura de sus familiares. Victoria Donda y la izquierda también se destacaron, en su caso tanto en la aprobación de la Ley de Paridad de Género como en su alineamiento en algunos proyectos con el FpV después de haber confrontado con el kirchnerismo durante el gobierno de Cristina Kirchner. El rol de Héctor Recalde como jefe del bloque de la primera minoría fue puesto a prueba cuando la Justicia pidió el desafuero de Julio De Vido, a quien no pudo defender de los embates internos y terminó conciliando posiciones entre el kirchnerismo duro y el peronismo más renovador con una salida salomónica: no bajaron al recinto excepto los díscolos que votaron por el desafuero como la rionegrina Emilia Soria, reelecta y ya visiblemente combativa. Recalde tuvo que llamar a De Vido para explicarle pero éste no lo atendió y terminaron yendo varios de los integrantes del bloque hasta el penal de Marcos Paz para hacer una demostración solidaria después de la reiteración de cartas públicas del ex ministro de Energía en las que expresaba su enojo y reclamaba lealtad incluso de parte de la ex Presidenta.

 

Desde el 10 de diciembre y después de dar la pelea electoral como candidatos a senadores, ya no están en una banca ni Sergio Massa ni Margarita Stolbizer. Sucumbieron en la que llamaron “la ancha avenida del medi” bajo los efectos de la polarización que dieron triunfos a Cambiemos incluso en distritos como Santa Fe, Santa Cruz y nuevamente en Buenos Aires. El líder del Frente Renovador fue varias veces quien, a través de su colaboración con el quórum o los votos, habilitó el tratamiento de leyes al Ejecutivo. El panorama cambió sobre el final del año, especialmente ante el paquete económico tratado en Extraordinarias. “Nos encuentra mejor parados este fin del 2017 que otros años”, admitió en un brindis Felipe Solá, aparentemente más cómodo en el rol opositor que adoptó el bloque en este último tiempo. El diputado reelecto más de una vez definió su voto en forma distinta a su bloque y a Massa. El viraje afectó a Cambiemos. “Perder el acuerdo con Sergio nos complica”, confesó esta semana uno de los hacedores de consensos que llegó a comer sushi en la casa del tigrense para consensuar una ley. Ese lugar hoy lo ocupan el flamante interbloque Argentina Federal que preside el salteño Pablo Kosiner y tiene línea directa con varios gobernadores. “Por suerte ese bloque sigue unido”, se oyó en la bancada oficialista con alivio tras el fuerte debate interno y las diferencias que provocó la Ley de Reforma Previsional. Finalmente la mayoría de ese interbloque se alineó con Cambiemos tras el reclamo del Presidente y sus ministros a los gobernadores que firmaron el Consenso Fiscal.

 

En el Senado Cambiemos estuvo en minoría todo el año pero Pichetto garantiza la gobernabilidad en términos cómodos para el oficialismo. De hecho, esta semana el Presupuesto sólo tuvo 15 votos en contra (de los 72), 8 de ellos del bloque del FpV-PJ en el que quedó relegada Cristina Kirchner, aún cuando su voz se hace sentir fuerte. La habilidad del Ejecutivo estuvo en hacer entrar la mayoría de los proyectos conflictivos por la Cámara alta y antes de su ingreso y en convertir a Pichetto en un aliado que tejió consensos con los gobernadores y está dispuesto a pagar el costo de leyes que dice no compartir plenamente.

 

En Diputados el oficialismo sumó y rasguña el quórum propio: le alcanza con acordar con el interbloque Argentina Federal. El FpV, al renovar las bancas de la elección de cuatro años atrás que ganó Sergio Massa, es aún la primera minoría por lo que Cambiemos apuesta a la elección del 2019 para correr al kirchnerismo del centro de la escena. Sin embargo, las charlas de dirigentes del Frente Renovador con el peronismo, incluido el kirchnerismo, son una amenaza como se vio en el convulsionado final de año con espadas fuertes como Graciela Camaño, Facundo Moyano y Felipe Solá y con el desembarco de figuras de fuerte oratoria y presión política como Leopoldo Moreau, algunas figuras de La Cámpora con Máximo Kirchner más visible y activo y el propio Agustín Rossi a quien hasta en Cambiemos le reconocen una mano más experimentada para confrontar y unificar criterios como jefe del FpV-PJ. Sucede en Diputados a la inversa que en el Senado: ese bloque se impone sobre los aliados circunstanciales del Ejecutivo. En ese esquema, Elisa Carrió sigue siendo un contrapeso, pero también aparecen los ‘rebeldes’ Martín Lousteau y Carla Carrizo, que juegan su propio juego según el proyecto que se trate.

 

Según el balance que hizo la ONG Directorio Legislativo hasta el 30 de noviembre se realizaron 29 sesiones en el Congreso; mientras que en 2016 se realizaron 38 (43 con Extraordinarias); y en 2015, 19 (dos más en Extraordinarias). Contabilizando las Extraordinarias, hubo 16 sesiones en Diputados y 16 en el Senado durante el año que se va. “Esto demuestra que en años electorales (2017, 2015) la actividad de campaña de los legisladores se traduce en una merma en la función netamente parlamentaria”, plantean en el documento que también estimó que se sancionaron menos leyes: 75 en 2017; 92 en 2016 y 120 en 2015. La conclusión para Directorio Legislativo es que éste fue un año electoral y que el actual oficialismo no tuvo mayoría en ninguna de las dos cámaras para avanzar con sus iniciativas. En el esquema de sesiones especiales, también se puso un cepo a los proyectos de la oposición.

 

Para Monzó en cambio, “estuvimos por encima del promedio de los años electorales en que hay diez sesiones, se trabajó mucho en comisiones y en la administración de la Cámara”. Incluso anticipó que producto de esa tarea “vamos a mejorar y en ahorros vamos a llegar a $ 400 millones en cuatro años”.

 

Sin quórum propio en Diputados ni tampoco en el Senado, Cambiemos necesitará en la segunda mitad de la gestión de Mauricio Macri afirmar sus dotes para el diálogo y la negociación, reafirmado en la Casa Rosada y el vínculo con los gobernadores. Menos apretados en la Cámara baja, los legisladores oficialistas sólo temen a las estrategias unificadas de la oposición y la virulencia que pudieran escucharse en los discursos. Sin embargo, salvo el debate por la Reforma Laboral, nos se avizoran cambios estructurales ni tan polémicos como los de este fin de año que pudieran demandarle mayor costo político al Gobierno. “Ya superamos la prueba”, afirmaban algunos de los negociadores en el Congreso que también pedían retomar el diálogo con la oposición antes de la convocatoria a Extraordinarias para el mes de febrero. El rol de la CGT será clave para que los gobernadores vuelvan a sentar a sus diputados y senadores a favor de la gran reforma del Ejecutivo. El diálogo empezó a recomponerse esta semana en el seno mismo de la Casa Rosada adonde cofluyeron el presidente del PJ bonaerense, Gustavo Menéndez, el diputado randazzista Eduardo ‘Bali’ Bucca, Diego Bossio y los intendentes Martín Insaurralde y Mariano Cascallares.