La génesis de la acusación, que nace del desgarrador testimonio de dos juveniles. Y la reacción de las autoridades en la época en la que supuestamente se desarrollaron los hechos por los que la ex médica del club declarará mañana.


Los chicos se acercaron angustiados al psicólogo Rolando F. Esa tarde se habían enterado de que la persona transgénero que les pagaba por mantener relaciones sexuales fuera del club era portador del virus HIV. El profesional los contuvo, habló con ellos en extenso para saber qué estaba ocurriendo a espaldas de la institución, y los envió con la médica Andrea P. para que les hiciera la orden y los análisis correspondientes que podían determinar si habían sido contagiados o no de dicha enfermedad.

 

Después de llevar adelante el trámite médico, de hablar largo y tendido con los chicos, la doctora comunicó a sus dos superiores, Horacio C. y Ricardo B. lo que estaba ocurriendo. Al principio, ambos se mostraron muy preocupados por la situación pero con el correr de las horas, esa impresión inicial fue diluyéndose.

 

Según el relato de la doctora ante la Policía, de donde se desprende esta presunta situación que deberá investigar la Justicia, cuando ella volvió a relatar los hechos y a impulsar una acción para ir a la Justicia con el tema, recibió el consejo de no meterse. No hubo amenazas ni nada que se le parezca: según la denuncia directamente no le dieron importancia a la cuestión, lo que de comprobarse constituye un gravísimo comportamiento de los profesionales y de las autoridades del club, que si bien no están mencionados en el expediente sí habrían sido puestos al tanto de la trama de corrupción que se había tejido en el fútbol amateur de River.

 

Si bien en la denuncia no hay precisiones de fecha, Horacio C. tuvo responsabilidad médica tanto en la administración Aguilar como Passarella, de hecho se jubiló recién cuatro años atrás, luego de una vida entera en el club. Mientras que el médico Ricardo B. dejó River en 2008, después de una situación nunca aclarada con el hockey de la institución.

 

Su salida fue durante el segundo mandato de José María Aguilar como presidente del club. El psicólogo Rolando F. trabajó también durante este segundo mandato de Aguilar y el principio de la era Passarella, cuyo coordinador general del fútbol amateur por entonces era nada más ni nada menos que otra gloria del club, Juan José López, hasta que el Kaiser lo mandó a dirigir la Primera para intentar salvar a River del descenso, cosa que finalmente no ocurrió.

 

El tema de la no precisión de la fecha de los hechos presuntamente ocurridos es clave. Porque si fuera bajo la administración Aguilar, quien se desempeñaba como presidente del departamento de fútbol amateur era Diego Quintás.

 

En cambio, en el caso de tratarse de la administración Passarella, ese cargo lo ostentaba Eduardo Rabuffetti, quien fue imputado en su momento por el juez Fernando Caunedo como miembro de un grupo que defraudaba a River con reventa de entradas, donde según el magistrado participaban los máximos dirigentes del club y los capos de la barra brava.

 

Habrá que ver si Rabuffetti tuvo noticias o no de tan aberrante denuncia y si se produjo en este período. Por ahora y hasta que la médica no testifique en la Justicia, todo está por verse. Lo cierto es que, de comprobarse lo que la profesional y A VI. VI. denuncian, queda claro que hubo un pacto de silencio entre quienes accedieron a los datos para que no trascendiera en un momento en que River estaba en la tapa de todos los diarios por las batallas de su barra brava y por el momento deportivo que hacía tiempo venía sufriendo.