Ahora los trabajadores brasileños cobrarán al menos 998 reales, equivalentes a unos USD 257.

La cifra es menor a la que se había aprobado en el presupuesto del Gobierno saliente, que pretendía elevar el piso por encima de los mil reales.

 

El nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, firmó, horas después de su investidura, un decreto en el que fijó el salario mínimo de los trabajadores del país en los 998 reales (unos 257,5 dólares) para 2019, lo que supone un aumento del 4,61% con respecto al año pasado.

 

En números absolutos, el valor supera en 44 reales (11,3 dólares) los 954 reales (hoy unos 246,1 dólares) de sueldo mínimo que decretó para 2018 el entonces mandatario Michel Temer, quien este martes entregó la banda presidencial a Bolsonaro.

 

No obstante, la cifra es inferior a los 1.006 reales (259,6 dólares) calculados por el Gobierno saliente y recogidos en los presupuestos de 2019.

 

El aumento del salario mínimo en Brasil se decide con una fórmula que considera la inflación, la tasa de crecimiento del año anterior y otras variables.

 

En este sentido, esa reducción entre el valor finalmente decretado por Bolsonaro y el reflejado en los presupuestos se debe a una disminución de las estimativas de inflación.

 

El reajuste del salario mínimo es tradicionalmente decretado en los últimos días de diciembre, pero el hoy ex presidente Michel Temer decidió delegar el asunto en el nuevo jefe de Estado, que optó por definirlo horas después de jurar el cargo.

 

Bolsonaro fue este martes investido como mandatario en Brasilia, tras vencer las elecciones del pasado octubre con un 55% de los votos.

 

En sus dos pronunciamientos públicos, ante el Congreso y ante los miles de simpatizantes que esperaban frente al Palacio presidencial de Planalto, Bolsonaro prometió liberar a Brasil “de las amarras ideológicas”, gobernar “sin discriminación” y realizar las reformas económicas necesarias para superar los efectos de la crisis.

 

También reiteró que se propone abrir los mercados internacionales para las exportaciones brasileñas, “estimulando la competición, la productividad y la eficacia sin tinte ideológico” y con una especial atención al sector agropecuario, que es el principal motor de la economía nacional.